Docencia a la carta y otras vulneraciones de derechos.
Sabíamos que la teledocencia iba a ocupar un papel central en este curso. Muchos sufrieron y denunciaron algunos de los abusos que surgieron de la teledocencia y advirtieron de otros tantos. Queríamos retomar y analizar algunos de estos hechos.
Que hay que ocuparse del alumno ausente es evidente, aunque no tanto cómo y en qué condiciones. ¿Comunicamos los contenidos del día? ¿Enviamos los materiales? ¿Resolvemos dudas online? ¿Emitimos o grabamos las clases? Todo esto tiene consecuencias sobre nuestra jornada laboral, las condiciones de trabajo y los derechos de Propiedad Intelectual, Libertad de Cátedra y Privacidad.
El gran problema es que, además de nuestras clases presenciales de rigor, obliguen a preparar e impartir otra online: es un aumento de la jornada laboral totalmente irregular. Cosa bien diferente es que pidan hacer un seguimiento, atender dudas concretas, incluso facilitar material. En algunos centros se ha dado orden de dar esa clase online, punto sobre el que Inspección no ha dado su parecer a este sindicato. Algún avezado ya argumentó que para ello teníamos las horas complementarias: están para preparar las clases ordinarias. Si te exigen una clase online adicional, empieza por pedir a la dirección de tu centro la orden y la normativa en que se ampara.
El segundo problema de la atención telemática es el destinatario. Queda limitada al alumno confinado, pero ¿quién dice que no se extrapole a otros casos? En realidad, ¿cómo vamos a dar un trato diferente a dos alumnos porque tienen enfermedades diferentes? ¿Y qué pasará cuando no tengamos confinados pero sí un griposo o un indispuesto? ¿Y cuándo haya pasado la pandemia? Esta situación extraordinaria puede crear un peligroso antecedente sobre la atención telemática, con sus cientos de horas extra.
No nos detendremos mucho en las condiciones de trabajo. La Administración de Castilla y León ha pasado una maliciosa encuesta, casi obligatoria, donde tantea los medios informáticos propios de que disponemos para llevar a cabo la teledocencia. Y es que está claro que no piensa proveer más que lo justo y necesario.
Tampoco merece muchas palabras el plan de formación, que se centró únicamente en el aspecto técnico de los útiles informáticos y desterró cualquier idea sobre bienestar y salud. Todos hemos vivido el espiral del mundo virtual: trabajo a destajo y a horas intempestivas. Arriba conocen bien Moodle pero se le escapa qué es eso de la desconexión digital.
Por último, una consecuencia de la enseñanza telemática que pocos están ponderando es la violación de Propiedad Intelectual, de la Libertad de Cátedra y de la Privacidad. Dar una clase online o grabarla pone en riesgo nuestra imagen y la de los alumnos. Que nos grabe, pongamos un/a alumno/a, o cómo use una grabación nuestra escapa completamente a nuestro control. Por otro lado, nos obligan a “cargar” materiales en la red para los alumnos. Nuestras clases y materiales son el resultado de un trabajo y esfuerzo personal, a veces fruto de muchos años: es propiedad intelectual nuestra; en una plataforma o, peor aún, en una página o blog, todo queda fácilmente expuesto para su difusión sin nuestro consentimiento.
La teledocencia a la que nos hemos visto abocados tiene amplias repercusiones. Algunas son evidentes, otras requieren una reflexión. Debemos concienciarnos, concienciar y, llegado el caso, actuar, mientras desde la acción sindical recordamos a esta Administración lo que ocurre y lo que es de recibo.