Nosotras Decidimos: sobre la interrupción voluntaria del embarazo, una postura ética y política
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Desarrollo del embrión
En estos días no es extraño oír la afirmación de que un embrión surgido de la fecundación y compuesto por una célula es un ser humano biológicamente autosuficiente. Natalia López Moralla (catedrática de bioquímica y biología molecular de la Universidad de Navarra), sin embargo, señala que no basta con la información genética inicial, sino que los factores ambientales tienen una fuerte influencia al determinar cómo evoluciona el embrión:
“El proceso de desarrollo es dinámico y la información del inicio va aumentando con el proceso mismo de desarrollo, por una continua interacción de los genes con factores del medio intracelular, por la interacción de unas células con otras en el propio cuerpo y según su situación en el organismo en formación, y por el entorno externo al embrión, el cuerpo de la madre”.
Durante la segunda semana del desarrollo del embrión, este se implanta en la pared del útero materno. En esta etapa la especialización celular se hace más evidente. Antes de este momento, el embrión puede dividirse, dando lugar a gemelos monocigóticos. Este hecho, la posibilidad de que el embrión pueda transformarse en gemelos, hace que, desde la biología, se dude de la individualidad del embrión inicial. Incluso visto desde el punto de vista del catolicismo, según San Agustín y Santo Tomás de Aquino, el feto aún carece de alma, de hecho, afirmaban que esta penetra al feto mucho después, en el tercer mes del embarazo.
El feto no siente dolor antes de la semana 23
Carlos Goicoechea, farmacólogo de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid explica que antes de la semana 23 el feto no cuenta con las conexiones necesarias para sentir dolor. Las reacciones que tienen lugar previamente no son dolor consciente, sino que pueden ser reacciones automáticas. El dolor implica una experiencia consciente, imposible en el caso de un feto con un sistema neuronal limitado, según dos revisiones publicadas en el British Medical Journal y el Journal of the American Medical Association .
Entre las semanas ocho y doce termina la constitución de diferentes órganos, aparatos y sistemas. A las 22 semanas existe cierta actividad cerebral intermitente y la señal es contínua en la semana 24. En este momento empiezan los patrones básicos de sueño y se puede distinguir una actividad cerebral primitiva. En la semana 26 se establecen las primeras conexiones, las conexiones se encuentran completas en la semana 30. Elena Carreras, jefa de la Unidad de Medicina Materno-Fetal del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, indica que las primeras funciones del cerebro, como hacer que el corazón lata, son muy automáticas.
Según Eduard Gratacós, jefe de Medicina Materno-Fetal en el Hospital Clinic de Barcelona, en el tercer trimestre ha aparecido capacidad de “aprender”, acostrumbrándose a ciertos estímulos, de alguna forma, y llegando a responder con la memoria de corto plazo. Fetos de 35-36 semanas se reconocen ciertos sonidos, pero los especialistas creen que ello no implica que exista consciencia, sino fenómenos subcorticales con una memoria profundamente inconsciente.
La capacidad para sobrevivir fuera del útero materno puede darse a las 22 semanas, pero con severas secuelas. La supervivencia sin graves secuelas es posible a partir de la semana 24.
El feto no es un ser humano formado
¿Qué es lo que hace a un ser humano verdaderamente humano? A medida que se desarrolla el feto aparecen los rasgos humanos: dedos, nariz, ojos, corazón, etc. No obstante, la humanidad va más allá de la apariencia. Lo que verdaderamente caracteriza a una persona es su consciencia, y esta solo puede existir cuando hay un sistema nervioso central y una corteza cerebral desarrollados. La corteza cerebral, según el neurobiólogo Ricardo Tapia, se forma en las semanas 12 y 13 y las sensaciones conscientes son imposibles antes de las semanas 22-24.
En cualquier caso, la ley establece un plazo más corto, en primer lugar, por un principio de prudencia, al adoptar un plazo más corto es seguro que no hay consciencia ni vida neuronal. En segundo lugar, por la salud de la mujer que realiza la interupción, a mayor tardanza en la intervención, mayor necesidad de procedimientos quirúrgicos y mayor riesgo para la salud. En tercer lugar, se pretende legislar adecuándose a los otros Estados, que establecen plazos similares.
Si se adopta una perspectiva científica, no se puede afirmar que el feto sea un “ser humano” o que no lo sea, puesto que la ciencia no entra en categorías morales. La incapacidad de afirmar que el feto es igual al ser humano formado hace que el primero no pueda considerarse como un sujeto de derechos en la misma medida que un ser humano desarrollado.
Evitar una vida futura no es igual a asesinar
Un argumento frecuentemente utilizado para equiparar IVE y asesinato es que abortar, en cualquier momento, supone el truncamiento de una futura nueva vida. De esta forma, al evitar que una persona llegue a vivir, se la está privando del derecho a la vida y, por lo tanto, es equiparable a un asesinato.
Este argumento, sin embargo, entra en el campo de lo que podría llegar a ser, no de lo que es cierto y tangible. Lejos de discutir la humanidad real y presente del feto, se realiza una proyección sobre lo que podría ser. En base a esta línea argumental, la libertad sexual se encuentra aún más limitada y el uso de cualquier método anticonceptivo sería igualmente condenable, así como acciones que limitasen la posibilidad de crear una nueva vida. En palabras de Gustavo Ortiz Milán:
En el caso del asesinato, hay una persona a la que efectivamente se le hache un daño y se le priva de algo valioso, una vida con futuro y proyectos que no realizará jamás. En el caso de abstenerse de tener sexo o de usar algún método anticonceptivo, no hay ninguna persona a la que se dañe. No se corta la vida de una persona ni se le quita la posibilidad de llevar a cabo sus sueños, metas, planes y proyectos. Ello se debe simplemente a que no hay ninguna persona cuya vida se trunque. En el caso del asesinato, se daña a una persona real, en el de la abstinencia o la anticoncepción no hay daño a ninguna persona, sólo se previene el embarazo.
La imposición del embarazo, parto y maternidad
Toda mujer tiene derecho a que se proteja su salud, más aún su vida. La mujer también debe poder interrumpir el embarazo si llevar adelante el embarazo reduce de forma severa la oportunidad de dar valor a su propia vida. Es necesario respetar la dignidad de la mujer, no se puede subordinar su vida a un embarazo. Como indica el Comité Consultiu Bioética Catalunya:
“Imponer un aborto a una mujer que quiere parir o imponer un embarazo y la maternidad a quien no quiera son actos de violencia física y moral contra las mujeres”
Mujeres ante el Congreso
“Al dar prioridad absoluta a la vida del feto, la mujer acaba siendo vista sólo como un medio para el fin de la reproducción y no como un fin en sí misma. La consecuencia obvia de este punto de vista es que la mujer está obligada a llevar a término el embarazo pase lo que pase. Es una posición éticamente injustificable, puesto que anula el derecho de la mujer a su autonomía sin poder aportar un fundamento científicamente sólido que avale esta limitación de un derecho básico.”
Es vital respetar el proyecto de vida de todo ser humano, las mujeres que se encuentran embarazadas también deben ser respetadas como un individuo. Ellas tienen la capacidad ética suficiente para meditar sobre el dilema que un embarazo supone en sus vidas y para tomar una decisión adecuada.
La imposición de la maternidad implica, además, una severa limitación del acceso de las mujeres a unos ingresos dignos y propios y a participar en la vida pública política y/o social, reforzando, por lo tanto, el sistema patriarcal de dominación, aislación y control de la mujer. Mientras al hombre se le permite disfrutar libremente de su sexualidad, la mujer recibe la imposición social de no poder separar sexualidad y reproducción.
Una sociedad democrática y libre
Es inevitable y afortunado que todo ser humano sea diferente, que sus opiniones, de la misma forma, choquen una y otra vez entre sí, así como sus creencias. En una sociedad democrática basada en el respeto a los derechos humanos, la igualdad, la libertad, la participación y la pluralidad, tienen que caber distintas posturas y las reglas sociales deben maximizar el respeto a estos pilares básicos.
Los códigos éticos personales son diferentes, y estas diferencias se acentúan al mezclarse con el derecho a la intimidad y la libertad ideológica y religiosa. La IVE no es una excepción, sino que es una fuente de gran tensión y conflicto. Deste una perspectiva democrática en un Estado sin ninguna confesión (Art. 16 CE), la prohibición de la IVE implica la imposición de una moral religiosa a una sociedad que no se declara como tal, en palabras del Comité Consultiu Bioética Catalunya:
“No es posible permitir y prohibir las interrupciones de la gestación a la vez. Si el Estado opta por imponer a todos los ciudadanos el principio del valor inviolable de la vida, prohibiendo la interrupción de la gestación, estará coaccionando a la mujer a no abortar y coartará su derecho fundamental a la autonomía procreativa. Esta postura no es justificable desde una ética laica. Sólo lo es desde una moral religiosa que sacralice la vida. En cambio, las políticas a favor de la interrupción de la gestación no sólo respetan el interés y la voluntad de la madre, sino que no obligan a ninguna mujer a interrumpir su embarazo.”
Es muy difícil que la humanidad llegue a estar de acuerdo sobre cómo valorar la IVE, las opiniones seguirán oscilando entre diferentes juicios morales, tal y como ha ocurrido a lo largo de los siglos. Sobre lo que sí que hay acuerdo en nuestra sociedad es en que la tolerancia es un requisito básico para una convivencia satisfactoria y pacífica. Una ley que restrinja la IVE implica una imposición, aplicando a todos/as una opción de otros/as. La libre elección, por otra parte, no obliga a nadie a actuar en contra de su voluntad o su conciencia. Priorizar la libertad y la responsabilidad individual es la postura más justa y coherente en una colectividad que se define como democrática.
Grupo de Acción Social del Sindicato Único de Burgos
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